Esta Historia cómica del Arte persigue el más noble de los fines, aunque sea un tópico mayor que la catedral de Burgos: Docere delectando, enseñar sin ser un plasta. Los hombres ingenuos siempre han creído que las obras de arte eran cosas bonitas y bien hechas, pero hoy en día hemos visto demás demasiadas construcciones que se caen a trozos, demasiadas esculturas consistentes en un muelle de hierro en medio de una rotonda y demasiados cuadros colgados del revés durante meses sin que nadie se diera cuenta. Por eso hace falta una visión desmitificadora de la Historia del Arte, precisamente lo que trata de hacer este simpático libro. Aquí contemplaremos movimientos, estilos, artistas y obras de arte a través de las gafas del humor, les sacaremos los defectos, nos reiremos, lo pasaremos estupendamente y de paso aprenderemos alguna cosa que -dicho sea, sin ánimo de ofender- no nos vendrá nada mal.