«Salammbô» apareció en las librerías el 24 de noviembre de 1862. Su éxito fue inmediato y duradero. Eugenia de Montijo se enfrascó en la novela hasta altas horas de la noche y el Emperador se interesó por los ingenios de guerra inventados por Flaubert. «Salammbô» se puso de moda. En los carnavales de 1863 las señoras se disfrazaban de cartaginesas. Sin embargo, la prensa satírica caricaturizó a los personajes de la novela y la crítica sería mostró ciertas reservas hacia la novela. Para Flaubert la escritura de «Salammbô» fue una tarea gozosa y dio en ella a concomer el rico tesoro de imágenes, formas y colores traídas de su viaje a Oriente, conjugando la emoción plástica con la resurrección del pasado.
" He querido fijar un espejismo aplicando a la Antigüedad los procedimientos de la novela moderna " , afirma Flaubert a propósito de «Salammbô». Flaubert se revela en su novela como un refinado pintor de masas y de paisajes que sumergen al lector en una atmósfera de ensueño, pero también en una brutalidad de pesadilla. Todo un compendio de atrocidades son descritas en una novela que no sólo es representativa de un clima moral e intelectual, sino que es también expresión de algunos de los más íntimos anhelos y actitudes de su autor.