Hoy, hace una fresca y luminosa mañana de mayo, de las que parecía que ya no veríamos ninguna como si se hubiesen agotado o las hubiesen prohibido. Hace un mes había ya boquitas de dragón, pero ahora ya hay acianos o clavelinas, y aunque pocos días, y lejano, he oído al cuco. ¿No ha querido visitarme? ¿Me ha abandonado? Espero que la razón haya sido que, con una primavera demasiado fría y con tempestades, el cuco haya pasado rápidamente por aquí, y se haya ido pronto. Pero yo le había estado esperando mucho tiempo. Tanto como a las lilas, y lilas sí ha habido y hay, pero no llenan el jardín con su maravilloso perfume porque el tiempo no es caluroso, afortunadamente para los verdeantes cereales y huertas, que hacen de Castilla una imagen como tópica de Irlanda. Y los días grises resplandecen en algunos lienzos de tierra sembrada de colza ya nacida, como si diera el sol en ellos o con más sol cuando éste luce. Las notas o entradas de este nuevo volumen de mis autollamados «Diarios», como he tenido que dar por perdidos los cuadernos de parte del año 2014, y todo el 2015, van desde primeros días del 2016 hasta finales del 2017; pero tampoco esta vez quieren ser ni de lejos crónicas y testimonios, sino mero tema de conversación con el lector. Y mi deseo es el mismo que el tan repetido en volúmenes anteriores: ofrecer un instante de compañía y reflexión sobre algo leído o visto, pensado y sentido en diversas ocasiones, por si puede servir de alguna manera a alguien.